
Ayer añadí a mi lista de favoritos el enésimo blog de cocina. Creía haber superado mi adicción a este tipo de blogs pero resulta que no. Que sigo en plena forma para soñar que incluyo en mi día a día el hábito de cocinar bien. Y es que vivo aprendiendo a cocinar. O soñando que lo consigo, más bien.
La cocina es (y me temo que siempre será) mi asignatura pendiente en la vida de primer mundo que llevo. Por eso me gusta tanto leer blogs de recetas y admirar platos apetecibles. A sabiendas de que son recetas que nunca haré y platos que nunca conseguiré. Aunque lo vendan como recetas fáciles. O rápidas, sanas y baratas. ¿Quién da más?
Y ni con ésas. Pero yo ahí sigo, aprendiendo a cocinar. Llenando Pinterest de recetas cuquis. Creyendo que así lo conseguiré. Ilusa…
Aprendiendo a cocinar… sólo un día a la semana
Mi última obsesión: el batchcooking. Monto unos cirios los domingos en mi cocina… que los bomberos están sobre aviso y todo. Menos mal que no me atrae nada la repostería porque sino encima estaría (más) gorda.
Cuando me siento especialmente frustrada con este tema me da por pensar que los blogs de cocina son todos una farsa. Que lo único que saben hacer los autores son fotos bonitas a sus platos. Porque en realidad, si lo piensas bien, nadie conoce su sabor, solo su aspecto. Tal vez se han pasado con la sal o se les ha quemado por abajo. Un poco de Photoshop con extra de saturación y desenfoque y apañado. A dar envidia en Internet.
Luego leo todos los comentarios de sus seguidores y se me pasa la mala leche. No pueden ser malos cocineros. Aunque, ¿quién sabe? quizás alguna vez sí hayan colado alguna metedura de pata…
Un par de experiencias «ardientes»
Mi madre me quería matar cuando de jovencita casi incendio la cocina intentando hacer palomitas a la antigua usanza. Además, cuando vi salir fuego de la cazuela no se me ocurrió otra cosa que meterla bajo el grifo. Me pasé limpiando todo el fin de semana, no te digo más.
O por no hablar, esta vez ya en mi propia casa, cuando confundí la botella de vinagre con la del aceite a la hora de echárselo a una sartén caliente. Imaginad el resultado. Spoiler: fue similar al de las palomitas.
En mi defensa diré que en casa de mis padres el aceite y el vinagre no se guardaban uno al lado del otro. Pero cuando convives con alguien tienes que ceder con algunas manías del otro… Conclusión: Hache tuvo la culpa. 😉
Oficialmente fuera de servicio
Ahora mismo me he vuelto mucho más práctica. No cocino, delego. He asumido que lo mío no es la cocina, ahora es poner lavadoras. Bueno no, lo mío es leer en el baño o sentarme a escribir. Pero de eso no se vive (todavía) y algo me tocará hacer en casa…
Ha sido una decisión tomada de mutuo acuerdo. Hache estaba más verde que yo cuando empezó pero tiene maña. Eso sí, ni media queja tengo derecho a hacer de sus platos.
Aún así vale la pena. Ahora solo piso la cocina para ponerle la comida al perro. Y qué felicidad, chica. Nunca un destierro me sentó tan bien.
¿Alguna quemacocinas más en la sala?